La parte más ‘Assassin’ del juego está presente, y es la que tiene que ver con las ciudades, la cosa de subirnos por los edificios, pasar desapercibidos y completar misiones de asesinato (aquí no hay muchas al principio, la verdad). Por eso, cuando Ubisoft nos habló del mar, de los barcos y del nuevo mundo que se abría ante nuestros ojos no la llegamos a creer del todo, pensando en que sería como en Assassin’s Creed III pero con algo más de libertad. Pues no. Podemos decir que la inclusión de ese ‘sandbox’ que nos da libertad de movimientos para ir y venir por donde queramos del Caribe es el punto que necesitaba la saga para ‘reinventarse’, para ser distinta, para volver a enganchar a los que la creían dentro de un bucle del que sería muy complicado que saliera. Así, el hecho de poder navegar, guerrar, investigar, buscar tesoros, mejorar al personaje o a nuestro Jackdaw, fabricar objetos, recoger materias primas y, sobre todo, descubrir el ancho mar, es el acontecimiento más inteligente que sus creadores podían haberse sacado de la manga para revitalizar la serie.